lunes, noviembre 26, 2012

LA IMPORTANCIA DE COMPETIR EN EL DEPORTE Y EN LA VIDA



En el deporte de alto rendimiento no basta con superarte a ti mismo, necesitas superar al rival. Uno viene a ganar, a crecerse y ser mejor que sus rivales.  Muchos psicólogos nos inculcan el valor de disfrutar de lo que hacemos, y cierto es. Tenemos que disfrutar, recrearnos en el entrenamiento y en la competición, pero no nos engañemos. Competir implica sufrir, sacar fuerzas donde no las hay, ser mentalmente como un robot, programado para ganar. Si no acusas el esfuerzo, sientes cansancio hasta la extenuación, seguramente no estás dando lo mejor de ti mismo.

Hay grandes talentos que podrían llegar a ser grandes deportistas y competidores, tanto por su fisionomía como por su talento deportivo. Pero les falla la capacidad de sufrir. Trabajar al límite conlleva sensaciones físicas que a veces son muy desagradables, desde la respiración agitada, las pulsaciones, dolor, calambres, etc. Y la capacidad para sobreponerse ante estas situaciones, diferencia al que es ganador del que se queda justito y a medio camino. Para mí existen tres grupos de deportistas:
  1. Los que están hechos de otra pasta y son capaces por motu propio de aguantar este nivel de exigencia.

  2. Los que tienen problemas para aguantar la presión, las exigencias de la competición, pero sienten la necesidad de crecer y aprender recursos para superar las situaciones de tensión y competición. Quieren y tienen interés en aprender cómo superarse y llegar al máximo nivel.
  3. Los que no aguantan la presión de competir, tienen ansiedad, sufren más lesiones de lo normal y además, se autolimitan sin darse cuenta que vencer el miedo y aprender a competir no forma parte del código genético, sino que son conductas susceptibles de aprenderse.
Ambición, superarse, crecer, no contemplar la derrota, forman parte del leguaje de un ganador. El que quiere vencer necesita hablar en este idioma, ser bilingüe. Si manejamos palabras como la derrota, pérdida de fuerzas, no puedo, etc., terminaremos por caer en la famosa profecía autocumplida. Cuando en tu cerebro y tu idioma habla en estos términos que te empujan al objetivo y te dicen que no queda otro camino que darlo todo y dejarse la piel en el intento, aumentas la probabilidad de que ocurra lo deseado.

Competir al mejor nivel, ser capaz de soportar el dolor, las sensaciones negativas, tanto físicas como psicológicas, no bajar los brazos, son actitudes que se pueden aprender. Solo hay que estar dispuesto a ello. Lo mismo le ocurre  a los buenos profesionales: estudian, se esfuerzan, echan más horas que un reloj, son precavidos, analíticos, preparados. Solo así podremos realizar una actividad de forma extraordinaria. No existe el premio sin sacrificio y sin esfuerzo. En esta vida nadie te regala nada. Y este valor debemos empezar a inculcarlo a nuestros hijos y a los chicos y chicas que entrenamos. Primeo hay que plantearse dónde queremos llegar y luego conocer el camino para llegar al objetivo. Y siempre, sea el nivel en el que trabajes, tanto si eres un asesor fiscal como el que nada un 200 brazas en la olimpiada, hay que entregarse, trabajar, esforzarse, tener método, dedicación y hacer las cosas realmente bien.

No podemos recoger sin cosechar, nunca. Y si terminamos inculcando a nuestros hijos los valores de “conseguir mucho haciendo poco”, tendremos un país de gandules viviendo en la ley del mínimo esfuerzo. Y así nos irá.


AUTORA: Patricia Ramirez
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